Mi amistad   2 comments

Realmente no le importaba que le despreciasen. Solía decir: «Son las únicas opiniones que respeto, las más sinceras”.
Él era mi amigo, y del mismo modo yo lo era de él. Solo yo. No había con quién comentar sus palabras, con quién compartir sus momentos de inmolación pública, sus inseguros desprecios por los demás, y su farragosa certeza en todo lo que decía, en todo lo que opinaba. Su vida social era una obra barata, improvisada, y carente de todo gusto.
Al contrario que cualquiera, sabía por qué era su amigo. Quizá con él tenía a alguien que realmente necesitaba mi ayuda, o puede que hubiese algo que me invitase a pasar algunos momentos. Nunca me lo planteé.
Mi amigo no era de esas personas ingratas y victimadas por su auto desprecio, ni esas que dicen lo que cree que quieren escuchar los demás. No era nada complicado, su tristeza interior se basaba en un clásico axioma: «Mueve las aguas, para que, cuando llegue la tormenta, no notes la diferencia». Con esta idea andaba por la calle, se reunía, almorzaba, trabajaba y hasta leía. Vivía una vida para la contemplación del tiempo que pasa, sin mediar con él, sin tratarlo.
¿Y por qué era así?, porque tenía que serlo. Simplemente así.
Con respecto a mí, la desilusión a veces no es más que la espera de algo que no existe, y yo no esperaba nada de él.

Publicado 24/08/2011 por Laimor Lan en Microhistorias

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2 Respuestas a “Mi amistad

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  1. Hay un refrán que dice: La familia no se elige; los amigos, sí.
    Si nosotros decidimos que «X» sea nuestro amigo, no tenemos que justificarlo ante nadie. Lo queremos y punto. Es hacer uso de nuestra libertad.
    La última frase de tu reflexión es muy buena. Deberíamos de tenerla presente en nuestra vida y tal vez seríamos mas felices.
    Un besito, amigo.

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  2. Gracias, Maru. A veces nos olvidamos que sólo hay que permitirse sentir.

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